Siempre tengo en mi agenda una serie de destinos a los que quiero ir en cuanto pueda. Normalmente, espero a que alguna oferta flash aparezca y me hago con la reserva rápidamente antes de que se agote. Pero eso también tiene un problema: normalmente viajo sin apenas tener tiempo para avisar a nadie. Así que me toca viajar sola. ¿Algún problema? ¡Ninguno! Me las apaño muy bien y disfruto tanto (o más) que cuando voy con amigos o familiares. Me siento, como decir, más libre.
Entre los destinos de mi agenda figura uno muy especial. Se trata de Puerto Plata. Es uno de esos sitios con alma, con historia. Tienen un latido diferente. Le pasa lo mismo que a la Habana en Cuba, que por mucho que pasen los años, siguen teniendo mucha personalidad. Es cierto que la gente va más ahora a Punta Cana, pero eso no le quita ningún encanto a Puerto Plata. Al revés. Así que bueno, en cuanto tuve la oportunidad, ahí me planté.
Estas son las cosas que más me gustaron de mi estancia en esta bella ciudad dominicana.
Como siempre, el primer día lo suelo dedicar a hacer un reconocimiento del terreno. Y qué mejor forma que una visita guiada. Te da la oportunidad de conocer los lugares más emblemáticos, su historia, anécdotas, curiosidades… y también conocer a otros viajeros. Valoro mucho lo que cuenta la gente que suele moverse por el mundo.
Al final, la visita guiada fue muy útil por muchos motivos, y casi diría que el principal fue el conocer las costumbres de los dominicanos. Visitamos una destilería de ron, probamos un puro, entramos en el Malecón y subimos en un teleférico a la cima del Monte Isabel. Lo pasé muy bien, pero me cansé bastante, ¡no paramos un momento! Así que tuve que descansar un rato en Playa Dorada… lo cual te recarga las pilas en un momento.
Para mí es natural montar a caballo, desde pequeña lo hago. Tras descansar en la playa un par de horas, me apunté a una actividad preciosa: cabalgar al atardecer. Me pareció una forma perfecta de cerrar el día tan ajetreado, y de practicar español con el amable guía del tour.
Me encanta este lugar. Es un inmenso parque de aventuras acuático, y tiene el privilegio de ser el delfinario más grande del mundo. Puedes nadar y tocar los delfines, además de otros animales como tortugas y leones marinos. Es muy amplio y los delfines no se ven encerrados como en otros lugares, que es algo triste. Aquí tienen muchísimo espacio, la verdad es que está muy bien montado.
El día siguiente lo dediqué a explorar y divertirme en los famosos charcos de Damajagua. No solo son de una belleza exuberante, sino que además te lo pasas muy bien saltando desde las cascadas al agua. Los guías eran muy amables y serviciales, y la experiencia en general es totalmente recomendable. ¡Refrescante!
El último día llegó, y quise visitar la Península de Samaná, ya que la naturaleza me seguía llamando después de la experiencia en los charcos. Tenía ganas de más. Samaná es una belleza, llena de bosques frondosos y cataratas preciosas. Pude ver muchos animales gracias al excelente guía que me acompañó, el cual conocía el lugar como la palma de su mano, y me llevó a los mejores miradores. Terminé bañándome en una piscina natural solitaria, como si fuera una elfa del bosque.
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